El alcalde de Toyoake defiende las directrices de dos horas para usar teléfonos inteligentes en medio de críticas
TOYOAKE, Japón – El alcalde de Toyoake, Masafumi Koki, no ve los teléfonos inteligentes como un enemigo. Él mismo usa uno para seguir partidos de béisbol y consultar mapas para el trabajo.
Pero después de ver cómo el sueño de los niños desaparecía y las familias perdían el tiempo frente a pantallas brillantes, decidió que la ciudad suburbana cerca de Nagoya necesitaba un suave recordatorio: tal vez dos horas al día sean suficientes.
El miércoles, Toyoake implementará una nueva orden que insta a los residentes a limitar el uso de sus teléfonos inteligentes a dos horas diarias. La directiva no aplica al trabajo ni al estudio, pero desde su anuncio a finales de agosto, la "regla de las dos horas" se ha extendido rápidamente en redes sociales, generando tanto elogios como fuertes críticas.
Koki sabía que la cifra causaría sorpresa. "La cifra de dos horas cobró vida propia", declaró a Kyodo News en una entrevista reciente. "La gente pensaba que intentábamos imponer una fecha límite estricta. No es así en absoluto".
Sin embargo, los críticos se alinearon. El empresario Takafumi Horie, conocido por su mordacidad en línea, se burló públicamente de la idea. Otros se quejaron de que el gobierno no tenía por qué decirle a la gente cómo usar su tiempo libre.
Pero Koki resta importancia a las críticas. Para él, la orden no se trata de un castigo, sino de revocar la reflexión. "Si alguien escucha dos horas, se parará a pensar cuánto tiempo lleva usando su teléfono. De eso se trata".
Las raíces de la ordenanza no se encuentran en la teoría abstracta, sino en la realidad vivida de los niños y las familias de Toyoake.
En los últimos años, más estudiantes de la ciudad han dejado de asistir a la escuela y a menudo pasan largas horas en casa con sus teléfonos inteligentes. Koki no culpa a los teléfonos inteligentes, pero ha visto con qué facilidad se convierten en una muleta para niños aislados y solitarios.
“Los estudiantes de penúltimo año suelen tener sus propias habitaciones y sus propios teléfonos”, dice. “Sin nada más que hacer, pasan horas mirando pantallas. El día se convierte en noche, su sueño se resiente y el ciclo se repite”.
Los informes del ayuntamiento aumentaron su preocupación. Durante las revisiones infantiles, los funcionarios observaron que las madres les entregaban teléfonos inteligentes a bebés y niños pequeños. Koki se dio cuenta de que el problema no se limitaba a los adolescentes. Los adultos también perdían el sueño, sacrificando la conversación cara a cara y permitiendo que los dispositivos transformaran sus ritmos diarios.
"Los teléfonos inteligentes son increíblemente prácticos", admite, "pero queríamos pedirle a la gente que lo reconsiderara: ¿interrumpen el descanso? ¿Perjudican la comunicación familiar?"
Por eso la ciudad decidió dar un paso audaz: plasmar en una ordenanza su preocupación, no sobre el comportamiento de los agentes de policía, sino para enviar un mensaje.
“Si hubiéramos publicado un folleto o un eslogan, la gente lo habría ignorado”, explica Koki. “Pero al convertirlo en una receta, la gente se lo tomó en serio”.
La cifra en sí —dos horas— no fue improvisada. Los funcionarios municipales debatieron cuánto tiempo realista tenía la gente para el ocio después del trabajo, la escuela y el sueño.
Los estudios sobre el sueño recomendado para niños y adultos ayudaron a orientar el debate. Finalmente, se llegó a una cifra simbólica: menos de dos horas entre semana.
"Claro, si usas el teléfono durante tres o incluso cinco horas, está bien", dice Koki. "Pero darles a las personas un objetivo facilita la conversación".
Y resulta que la conversación fue exactamente lo que obtuvieron. Hasta el 2 de septiembre, la ciudad había recibido 155 llamadas y 114 correos electrónicos o cartas: aproximadamente un 30 % a favor y un 70 % en contra.
Algunos argumentaron que era ineficaz sin sanciones. A otros les molestaba la idea de la intromisión del gobierno en la vida privada. Muchos simplemente dijeron que deseaban que la ciudad, en cambio, tomara medidas drásticas contra comportamientos peligrosos como enviar mensajes de texto mientras se camina.
Koki ignora las críticas. «La reacción negativa es beneficiosa», dice. «Significa que la gente está reflexionando». También señala que la ordenanza es legalmente sólida: a diferencia de la ley de Kagawa de 2020, más estricta, contra la ludopatía, la de Toyoake no incluye obligaciones ni sanciones.
"Es puramente idealista", dijo. "No pretendemos controlar a nadie".
Incluso en casa, el orden es parte de la vida cotidiana. Koki admite que a veces pasa más de dos horas frente a la pantalla, pero principalmente por trabajo. Su esposa, sin embargo, ha establecido su propia regla: nada de teléfonos en la mesa.
Su hija de cuarto grado se resistía a poner la suya durante las comidas, lo que provocaba discusiones familiares. Ahora intentan cambiar ese hábito juntos. "Lo malo", dice Koki, "¡es que no puedo seguir los resultados del béisbol durante la cena!"
A pesar del revuelo en línea, el objetivo de Koki sigue siendo simple. No ve los smartphones como villanos. En cambio, elogia su utilidad en la educación, la investigación y la comodidad diaria.
Pero quiere que los ciudadanos de Toyoake, especialmente sus hijos, vivan vidas más saludables y equilibradas.
“Se trata del sueño, la familia y el bienestar”, dice. “Si la ordenanza logra que algunas personas se detengan a hablar sobre sus hábitos, entonces está funcionando”.
Y tal vez, en las horas tranquilas después de la cena, cuando se guardan los teléfonos y la ciudad reduce el ritmo, esa conversación ya está comenzando.

